En el siglo VIII cuando Aubert, el obispo de Avranches, fundó una capilla en la cima de la montaña después de que, según la leyenda, el arcángel Miguel se le apareciera en tres ocasiones. Durante la Edad Media, el Monte Saint-Michel se convirtió en un importante centro de peregrinación. A medida que crecía su importancia religiosa, también se desarrolló una comunidad monástica en la isla. Se construyeron una abadía y una serie de edificios para albergar a los monjes y a los peregrinos. El Monte Saint-Michel se convirtió en un lugar de gran prestigio y poder espiritual, se puede demostrar la época debido a su estilo medieval. Debido a su ubicación estratégica, el Monte Saint-Michel también se convirtió en una fortaleza natural. A lo largo de los siglos, se construyeron muros y fortificaciones para proteger la isla de posibles invasiones. Durante la Guerra de los Cien Años entre Francia e Inglaterra, el Monte Saint-Michel resistió varios intentos de asedio.